Hay veces que los médicos ante un dolor recomiendan hacer reposo y otros, hacer ejercicio. ¿Por qué? ¿Qué marca la diferencia? ¿Por qué en determinados casos es tan importando la práctica de ejercicio? Te lo explicamos a continuación.
La mayoría de nosotros cuando sufrimos dolor en lo último que pensamos es en hacer deporte. Además, nuestra actividad diaria la reducimos a aquellas actividades ineludibles y de responsabilidad y, con el transcurso del tiempo, también abandonamos la práctica de ejercicio físico y parte de nuestra actividad social y de ocio.
Cuando la causa del dolor se debe a un daño corporal o lesión, el médico nos recomienda reposo hasta que baje la inflamación o se reestablezca el daño. A este dolor lo denominamos agudo para diferenciarlo del crónico. Se trata de un mecanismo de defensa que alerta a nuestro cerebro de la existencia de un daño o lesión. Es un dolor de poca duración, su intensidad concuerda con la gravedad del daño y el dolor responde positivamente a los analgésicos.
Ahora bien, el dolor crónico es otro mundo.
En primer lugar, “crónico” no significa que el dolor sea para toda la vida, sino que su duración supera los 6 meses.
En segundo lugar, si el dolor agudo se considera un síntoma, el dolor crónico es en sí mismo una enfermedad, que requiere estudio, atención y tratamiento diferencial. Se trata de una afección que por su duración y otros factores que influyen en el dolor, repercute en el ámbito personal, familiar, laboral, social y económico de la persona deteriorando su calidad de vida y su bienestar psicológico y emocional.
Para entender la importancia y alcance de la dolencia podemos indicar que el dolor crónico afecta el 20% de la población adulta en España (6 millones, según la Sociedad Española del Dolor) y además es la primera causa de absentismo laboral y la segunda causa de las visitas en la Atención Primaria. Todo se traduce en una importante carga económica para el país, repercutiendo en áreas como la sanidad, la Seguridad Social o la productividad.
Por último, en muchos casos, el dolor crónico, no se identifica con ninguna clase de inflamación, daño corporal o proceso degenerativo, sino con una anomalía en el sistema nervioso (sensibilización de las células nerviosas), conocido como Sensibilización Central. En estos casos, la persona siente dolor ante estímulos que habitualmente no resultan dolorosos como una caricia, cambios de presión atmosférica, cambios térmicos, etc. o responde de forma desmesurada a estímulos dolorosos. Como ejemplos podemos citar la fibromiàlgia, la fatiga crónica, colon irritable, sensibilidad electromagnética, sensibilidad química múltiple, cefalea, etc. Por lo tanto, la intensidad del dolor en estas enfermedades no corresponde con la gravedad de ningún daño (puesto que no existe). Ello explicaría la baja o nula respuesta de los analgésicos en este tipo de dolor.
El motivo por el que se aconseja la práctica de ejercicio en dolencias como la fibromialgia es porque no hay lesión, inflamación o daño que lo desaconseje y porque la inactividad o el sedentarismo perjudica la salud e incrementa los síntomas de la enfermedad. Por eso, por contradictorio que parezca, a pesar del dolor y fatiga que padecen estas personas con fibromialgia, éstas deben mantenerse lo más activas que les sea posible.
El ejercicio físico moderado te permite mantener y recuperar la capacidad funcional – la movilidad (fuerza, flexibilidad, tonificación de músculos y articulaciones)- moderar la intensidad del dolor y, en definitiva, mejorar tu calidad de vida.
Otros beneficios:
- Evita la atrofia o debilidad muscular.
- Mejora el estado de ánimo y la sensación de bienestar.
- Disminuye la fatiga.
- Mejora las funciones del aparato digestivo.
- Aumenta la capacidad cognitiva.
Un buen entrenamiento o acondicionamiento físico permite:
– Evitar la debilidad o atrofia muscular (pérdida o disminución del músculo esquelético). La falta de ejercicio y el sedentarismo provoca pérdida de fuerza muscular y esto se traduce en la dificultad de la persona para ejecutar movimientos básicos o realizar actividades como andar.
– Prevenir la obesidad. El sobre peso incrementa el dolor, ayuda a la aparición de trastornos metabólicos como la diabetes, hipertensión arterial, etc., favorece el desequilibrio emocional y disminuye la capacidad funcional de la persona. La sobrecarga en el aparato musculoesquelético, la inflamación y el estado psicológico son la causa del dolor.
– Romper el círculo del dolor. El dolor genera dolor. Cuando hay dolor la musculatura se tensa y el músculo recibe menos oxígeno, lo cual provoca dolor. Por otro lado, esta tensión acorta el musculo, de manera que el grado de movilidad disminuye. Por eso, se recomiendan hacer ejercicios de estiramiento y relajación. Pueden ser útiles posturas simples de yoga o estiramientos suaves, centrando la atención en la respiración. Con Yoga, Taichi o Qi Gong se mejora la flexibilidad, la resistencia, la relajación y la concienciación sobre el propio cuerpo.
– Generar endorfinas. Con el ejercicio aumentan las endorfinas en sangre, mejorando la percepción de fatiga y ello, genera sensación de vitalidad y bienestar. Por otro lado, su estructura similar a los opiáceos produce una disminución en la percepción del dolor, como si se tratara de un analgésico natural. Las endorfinas también se conocen como la hormona de la felicidad, porque estimulan los centros de placer eliminando el malestar y creando sensación de satisfacción, además de ayudar a reducir los niveles de estrés y ansiedad.
Y, hasta aquí la importancia de hacer ejercicio físico de forma regular en dolencias como la fibromialgia.
Si quieres conocer cómo practicar ejercicio sin miedo a sufrir lesiones o aumentar tu dolor clica aquí. Y en la próxima publicación te explicaré qué tipo de ejercicios puedes practicar.
Referencia bibliográfica
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